El Testimonio

"El don, la maldición y mi huida de Sodoma"

Si quieres conseguir chicas, dedícate a cantar. Funciona mejor que la magia de Siegfried & Roy. Y así, amigos míos, es como me metí en un lío que hizo descarrilar mi carrera de música secular, puso mi vida patas arriba y pudo llegar a haberme costado la vida eterna. Satanás tomó algo tan inocente como el don de la música y lo moldeó para su gloria. Demasiado tonta y arrogante espiritualmente para reconocer que estaba siendo engañada, la maldición finalmente me alcanzó y casi acabó conmigo.

Mi primera actuación en la música secular constó de un teclista, 2 raperos, bailarines, una ovación del público puesto en pie, un premio y una chica esperándome entre bastidores. Un año o dos más tarde, acabé cantando en un grupo de R&B femenino en Boston, Massachusetts. La líder del grupo estaba bien relacionada. Conocía a gente famosa – no famosos del góspel, sino la clase de famosos que impresionan a los ateos. Para entonces, mi novio, quien más tarde se convertiría en un músico de platino, sospechaba algo y me había dejado, aunque siguió intentando mantener la amistad porque vio que me encaminaba por el mal camino. Yo necesitaba sus contactos y ella necesitaba otro amante. No sé muy bien por qué. Más tarde descubrí que tenía de sobra.

Cuando terminé mis estudios de música en el Berklee College of Music, ella me enseñó otro currículo que consistía en homosexualidad, drogas, pornografía y aquello de lo que tanto tiempo tardé en deshacerme: el transformismo. Una noche, con un chasquido de sus dedos, me encontré yendo del dormitorio a una mansión en compañía de un productor discográfico que había vendido más de 100 millones de dólares en discos. Mi nueva amante ya había empezado a moldearme a imagen y semejanza de una de sus cantantes femeninas, una poderosa vocalista cuya carrera nunca se había visto interrumpida. Esta mujer era atrevida, talentosa y podía pasar de llevar falda a llevar esmoquin en un abrir y cerrar de ojos. En poco tiempo, había adoptado un corte de pelo degradado y había tirado mis vestidos. Había empezado mi vida como hombre.

Boston es caro. Yo no tenía ingresos reales, ni tampoco mi amante, pero vivíamos en un loft junto al río Charles. El bostoniano medio podía tener 3 trabajos y aun así no poder permitirse este sitio, pero con una novia bien relacionada, yo no tenía que trabajar. Había hierba en abundancia, XTC sin fin y un río constante de gente famosa entrando y saliendo de nuestras vidas. Ella vendía cualquier cosa que pudieran necesitar los hombres poderosos de la industria de la música. Un magnate, posiblemente el mayor productor de talentos vocales femeninos de la historia de la música, aún no había salido del armario, por lo que su amante masculino le pagaba miles de dólares por hacerse pasar por su novia. Mis ojos ya no estaban puestos sobre Jesús. Estaban puestos sobre el poder y la fama.

Ahí estaba la ganadora de los premios Tony que vivía en el Ritz Carlton, la lesbiana magnate de la imprenta que viajaba a Hawái como si estuviera al final de la calle y la estrella del R&B que sostenía la mano de su famosa esposa en público pero llamaba a nuestro loft en privado. Para cuando el XTC llegó a Boston a finales de los 90, yo tenía un título, una mala relación y un billete de vuelta a mi casa en Houston.

Al año de llegar a Houston, disfrutaba de un saludable cotilleo en la comunidad gay. Salí en el premiado documental “Pick Up the Mic” y acabé en MTV Logo. La gente viajaba desde lejos para oírme cantar y tenía acceso a un gran número de mujeres. Cinco años más tarde, ya no necesitaba un contrato discográfico porque tenía a un hombre de negocios rico financiando mi música. Yo era la mejor DJ femenina de Houston, aparecía en la televisión nacional, cantaba en Manhattan en la víspera de Año Nuevo y escribía rimas en un avión mientras viajaba al Festival Internacional de Cine de Toronto. Finalmente, los principales sellos discográficos empezaron a llamar. Estaba muy cerca.

Realmente la silla de ruedas fue el principio del final y el principio del nuevo comienzo. Era vanidosa, así que podéis imaginar cómo me sentía al irme pareciendo lentamente a Gollum del Señor de los Anillos. Tener las manos torcidas, los miembros frágiles y un futuro arruinado eran cosas que sin duda no me sentaban bien. Los contratos, las actuaciones y la popularidad se desvanecieron a través de un diagnóstico, cortesía de Dios – un diagnóstico con el que aún convivo en la actualidad. ¿Lo único que me queda después del veredicto de distrofia muscular? Dios, la familia y las mujeres.

Fui un “marido” terrible. ¡Puaj! Odio incluso decir la palabra pero eso es lo que yo era para ella. Dijo que siempre sería gay y que nos casaríamos, pero un buen día Dios me dio a elegir. “Déjala y te ayudaré”, me dijo. Así que, a regañadientes, me fui. Cantaba el Evangelio con ropa de hombre y aun así recibía el abrazo del cuerpo de Cristo. A ellos no parecía importarles que estuviera en silla de ruedas o enfundada en un traje de hombres de tres piezas. Los cristianos que pensé que me odiarían en realidad me amaron. Al poco tiempo, estaba cantando 10 veces más de lo que había cantado nunca antes.

Rápidamente, Dios me tenía en la compañía de los grandes del góspel, de vuelta en la televisión nacional y mi testimonio iba camino de ser leído, compartido y escuchado por más de un millón de personas. No siempre estoy feliz de estar lisiada, pero estoy cómoda, tanto que ya no pierdo el sueño por volver a andar. Si no es su voluntad, me parece bien.

Así es como entré en Sodoma y así es como salí. El placer me hizo entrar. El dolor me hizo salir. ¿A dónde se dirige mi vida? No lo sé, pero estas leyendo estás palabras, así que no nos preocupemos por  saber a dónde me dirijo, sino más bien por dónde he estado y cómo Dios ha usado eso para su gloria. Además, mi gloria no es comparable a la suya.   Bendiciones,  – M.